martes, 1 de diciembre de 2009


Y revoloteaban los pajaros sobre la carne hiedente a muerte, que cruel espectáculo presenciaban mis ojos, tal vez ya había estado ahí.
Caminaba pateando cada objeto que se cruzaba, cual niño vagando por el mundo, me miraba los pies y recordaba mi infancia, solo tierra , pelotas danzantes, trataba de divisar en mi mente aquella imagen infantil… pero volvía tan oculta, tan negra.
Tropiezo de pronto con el ruido estruendoroso de una ciudad, tan distinta a mi, llena de gente de autos, de vida. Cruzo a la izquierda ( el lado que mas me gusta siempre suelo usarlo, me lleva a estar siempre conmigo mismo) y ahí esta el bar “anestesia” , siempre lo frecuento, una vez pensé que su nombre iba por lo anesteciante del alcohol, fue un día de esos que me volví hombre común, gracias a Dios no me pasa con frecuencia, pero al cabo de unas cuantas visitas conocí a Ana, Éster, Teresita y Anastasia cual mas hermosa, hijas de Josefina la dueña del bar, Tomo la silla de al lado de la barra, me siento, pido un martíni, suelo tomarlo antes de comenzar a hacer algo importante, me pregunto si hoy me habrá llegado una carta…

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